El Cielo Hirviente de la Ciudad
ECOS DE UNA REALIDAD FUNDIDA
El sueño arrancó en una ciudad familiar, pero con un cielo enloquecido, hirviente de colores psicodélicos, donde los edificios respiraban y los coches flotaban. Sentí la realidad volverse líquida.
La Mano de Cien Ojos
De golpe, la ciudad se desvaneció y mi mano estaba cubierta de cientos de ojos diminutos, parpadeando y observando, como si mi piel se hubiera vuelto una superficie orgánica que brotaba percepciones. Fue espeluznante y fascinante a la vez.
El Espejo de lo Invisible
La pantalla me lanzó a mi habitación, donde mi perro me miraba. Pero sus ojos eran portales a galaxias lejanas, y su pelaje brillaba con estrellas diminutas. El suelo de madera era una red de circuitos luminosos. Él era un guardián silencioso de otras dimensiones.
Luego, me encontré mirando la pantalla de una cámara. No era un reflejo normal; era mi silueta fantasmal con una corona caleidoscópica, rodeada de patrones que se repetían hasta el infinito. El tiempo en la pantalla era urgente, y sentía que la cámara me miraba a mí.
La Mirada del Vacío Estelar
La Mirada del Vacío Estelar
Finalmente, el caos se suavizó. Me encontré abrazando a mi papá en una cocina que brillaba con luz etérea. Su presencia era un ancla que me devolvía a la realidad, aunque todo a mi alrededor todavía tenía un tenue eco de la extraña aventura que acababa de vivir. El sueño terminaba en ese cálido, pero aún onírico, despertar.